El último rugido

Ilustración de Mathieu Villeneuve. Fuente: https://mathieuvilleneuve.wordpress.com

Balder lo veía todo rojo. Un latigazo de sangre de un compañero lo había azotado en plena cara. Ahora éste yacía a sus pies, junto con el resto de compañeros, cuya cantidad no se podía contar con los dedos de medio centenar de personas.

Habían perdido claramente y ya era el único en pie. Balder se debatía entre huir, como le pedía todo su cuerpo, y luchar hasta la muerte, como le pedía su corazón y su orgullo. Respetar el nombre de la familia y morir en el campo de batalla. Un sacrificio en vano, pero honorable. Recordó los verdes campos que rodeaban su pueblo y la hermosura de las montañas imponentes.

La espada le pesaba, se le quería deslizar de las manos. No podía apartar las imágenes de las caras de sus compañeros. Sólo quería volver a casa vivo. Tenía ese pensamiento fijo en mente. Pero también pensó que después de él vendrían más jóvenes a luchar en la frontera y, precisamente él, debía dar ejemplo. No quería ser un héroe. Sólo dejar constancia de que no se puede someter a otra cultura sin pagarlo caro y albergaba la esperanza de  enviar un mensaje a los suyos, sobre todo a los más temerosos, de se puede sacrificar la vida por una idea más grande que uno mismo, como la libertad de tu tierra y de tus hijos. Vivir avergonzado o morir libre. Apretó el puño alrededor del mango de la espada y la echó hacia atrás agarrándola con las dos manos. Gritando con todas sus fuerzas, se lanzó él sólo contra aquel ejército. Pero no estaba solo, estaban con él sus padres, sus bisabuelos y tatarabuelos, estaban sus hijos y nietos, estaban todos los habitantes de aquel país, desde la niña más pequeña, hasta el más anciano, desde el granjero hasta el último noble. Todos estaban luchando allí junto a él en su corazón y ya no era un hombre el que luchaba, sino toda una nación. Su rugido de guerra se perdió rebotando en las paredes del desfiladero mientras era absorbido por aquel manto de escudos y espadas.


Terminado en Barcelona el 30 de mayo de 2014




Soy un fan de las batallas épicas, aunque luego en la realidad soy anti-belicista, toda una contradicción. O no, porque en el cine y la literatura es fácil centrarse en la belleza de los ideales y en las motivaciones de un personaje, pero en la realidad, ¡ay! En la realidad le verías la cara y los ojos a tu enemigo y si no te lo impidiera el miedo y la adrenalina, te darías cuenta de que el otro tiene tantas ganas de volver sano y salvo a su casa como tú.

Pero de todos modos, me apetecía escribir algo épico, heroico, la clase de situación que pasa a formar parte de las leyendas y cantares de gesta que hoy en día se han perdido.

Espero que lo hayáis disfrutado.

Comentarios

  1. Bueno Carlos!
    Puedes estar bien orgulloso de esta primera incursión en la épica!

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  2. Muchas gracias, Luis, por tu comentario y por animarme a seguir practicando. Espero ser cada vez mejor

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