La leyenda del reloj
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Los dos eran bellos y aún
más hábiles en todas las artes y deportes, pero con una diferencia sustancial:
mientras que el mayor utilizaba la competición y la búsqueda de la mejora
constante para conocerse a sí mismo y relacionarse con adversarios de los que
aprender y que la mayoría de veces acababan convirtiéndose en buenos amigos, el
menor sólo crecía en vanidad, egocentrismo y envidia y competía con la
intención de humillar al rival para dejar clara su superioridad.
Un día que corrían los dos a
caballo por el campo por ver quién era más rápido pasaron junto a un riachuelo donde
había una campesina llenando un cántaro de agua, que al verse sorprendida se le
cayó al suelo perdiendo todo el contenido. El hermano mayor detuvo inmediatamente
su montura y se afanó por ayudar a la chica, mientras que el menor siguió con
la carrera. La chica explicó al príncipe que la había ayudado que era hija de
un humilde hidalgo que vivía en los alrededores y le ofreció a éste algo de
fruta que también llevaba. Éste la aceptó y estuvieron un largo espacio de
tiempo gozando cada vez más de la conversación. Entonces apareció el otro
príncipe que regresó para buscar a su hermano y presumir de su aplastante
victoria, pero al ver a la campesina, se quedó prendado de su belleza.
En las semanas posteriores,
los dos príncipes pretendieron a la muchacha, pero tal como ya se anticipaba,
ella se había quedado prendada del mayor y un día empezaron una relación de la
que acabó brotando un fuerte amor. Sin embargo, el príncipe menor se revolvía
por dentro, tanto por no poder tener a la campesina, como porque su hermano le
había ganado en la competición por su corazón.
Entonces, decidió visitar a
una bruja que vivía recluida en las montañas, a pesar de que los sabios de la
corte le advirtieron que no se debía hacer tratos con ellas, porque gustaban de
embaucar a los incautos. Pero el príncipe los desoyó creyéndose más listo que
ninguno de aquellos viejos, porque sabía que cuando se paga a una bruja, ésta
queda obligada a cumplir su trato. De modo que fue a verla y ofreciéndole un
cuantioso pago le pidió que separase a su hermano mayor y a la campesina y que
a él lo hiciera por siempre más rápido que su hermano. Ésta le respondió que
debería pagar un alto precio, pero él desdeñó a la mujer poniéndole el pago
delante de la cara como recordatorio e insistiéndole que ya estaba pagada. Así
pues, la bruja se calló, sonrió para si misma y ejecutó la maldición, aunque
ella sabía que el amor verdadero no se puede romper, de modo que tendría que
hacer una trampa para mantenerlos separados.
El día que el príncipe mayor
y la campesina se iban a casar, a las 12 en punto del mediodía, en el momento
de darse el beso los esposos se esfumaron ante los asistentes y quedaron
atrapados en el reloj de la catedral. Él príncipe en la manecilla de las horas
y ella en la de los minutos, de modo que sólo se podrían ver durante un minuto 24
veces cada día. Sin embargo, el hermano menor también se vio condenado al
reloj, pero en la aguja de los segundos. Desde entonces, el hermano malvado no
para de correr, siempre más rápido que su hermano mayor y viendo siempre el
hermoso rostro de la campesina, pero sin poder detenerse jamás ni un segundo.
Por eso, en cada reloj
llevamos dos príncipes y una campesina. Uno condenado a correr por toda la
eternidad y los otros dos a encontrarse un breve momento en unas contadas
ocasiones cada día, pero fijaos que cuando se encuentran parece que desaparezca
una manecilla y que por unos instantes, parece que sólo haya una, como dos
amantes fundidos en uno.
Escrito en Barcelona el 31 de diciembre de 2014
Después de tener mucho tiempo abandonado el blog, publico un pequeño relato que he escrito para desearos un feliz año nuevo. Espero que el 2015 nos traiga mucha fortuna a todos, fuerza e inteligencia para llevar a cabo nuestros propósitos y que me permita dedicarme más a este blog y publicar mi primera novela. Feliz año y espero que lo hayáis disfrutado.
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