El precio del alma

Debo disculparme por incumplir mi compromiso. Aunque dije que publicaría quincenalmente y dependiendo de cómo, podría acabar siendo mensualmente, finalmente he hecho directamente esto último.

Pero aquí traigo un relato más. En este caso, otro micro-relato para el concurso on-line de Twinings. 

Yo creo que probablemente me pasé de duro y que una marca de té no quiere historias donde aparezca su producto vinculado a un problema grave de una parte de la población y menos enfocado de una forma tan dramática. Por mi parte, sin embargo, me sentí bien al terminarlo, como si hubiera escrito un guión para una campaña de concienciación del Gobierno y me emocioné un poco. Lo siento por Twinings, pero tengo cierta vena social que me sale sin avisar.

En fin, ya imaginaréis que seguiré publicando mensualmente. Que lo disfrutéis.


EL PRECIO DEL ALMA, por Carlos Sanmartín


Ding, ding, ding. Campana, cereza y dólar. Ding, dong, ding, ding, ding, ding. Parpadean las luces. Nuevamente en vano, nada. Las tres figuras desiguales se ríen de mí con alegres melodías. Me llevo instintivamente la mano al bolsillo y noto la pieza fría y redonda de metal. Dudo un momento. Por encima de la máquina veo la puerta de la calle; está tan cerca y a la vez tan lejos. Podría salir por ella y pedir perdón a mi mujer y mis hijos, volver a casa, ser una familia y tomar el té juntos. Saco la mano del bolsillo con la moneda y la dejo caer por la ranura, junto con mi propia alma. Ese es su precio y mi vida y las de las personas que me quieren van incluidas en el lote. 

Aquella fue la última vez que accioné la maldita palanca. Tampoco esta vez me tocó ningún premio, pero hoy encontraron mi cadáver en la calle con hipotermia y los camilleros comentaban que mis ojos brillaban como una pareja de diamantes.

Barcelona, 21 de Julio de 2011

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