Inspiración. 1er Premio Concurso Sant Jordi IES Santa Eulalia 1997


Para mi primera publicación en este blog he escogido "Inspiración" esperando que me dé suerte y sea un buen augurio. Es un relato con el que gané el premio Sant Jordi en castellano de mi instituto en 1997 cuando yo estaba en 3º de BUP. Fue mi primer premio y sinceramente, me salió de un tirón y lo escribí muy rápido el día antes del concurso, así que me puse muy contento cuando ganó (aunque al releerlo siempre me tienta cambiar alguna cosa). Se lo dedico a mi amigo escritor, Jordi Guàrdia. Él sabe por qué.



INSPIRACIÓN, por Carlos Sanmartín

De repente, sin más, se despertó.

Tenía los ojos desorbitados, espeluznantes, incluso grotescos. No sabía cuánto tiempo había transcurrido y tampoco le preocupaba. Tenía en el pecho una extraña sensación que intentó interrogar, pero no halló respuesta alguna por su parte. Apartó torpemente las ropas que lo abrazaban y se acercó hasta el escritorio, ante el que se sentó.

Por una parte sabía lo que iba a hacer, pero por otra, desconocía la naturaleza de este caprichoso impulso y cómo lo llevaría a cabo. Cogió dos folios y una pluma y encendió la lamparilla, ya que antes tan sólo un tenue haz de luz proveniente de la calle salvaba las diferencias entre su habitación y el fondo de un pozo. ¿Qué hacía desvelado a esas horas? Esta pregunta, que se podía haber hecho cualquier otro ser de razón, carecía de toda importancia para él. Ahora estaba ahí sentado, con todo el material para la creación literaria (tanto en sus manos como en su mente). No tenía sueño, frío, sed, ni cualquier otra sensación atribuible a las personas en vida. Únicamente sabía que necesitaba escribir y, sin dudar en uno sólo de sus trazos, empezó a rayar el papel; primero una letra, a continuación otra y después otra más, cada vez más rápido; las líneas se sucedían en suspiros; el tiempo avanzaba, la pluma corría, pero la imaginación más aún, volaba. Cuando acabó  unos cuantos latidos más tarde, tuvo que volver a leer lo que había redactado, puesto que fue una reacción tan espontánea y mística que ni él mismo sabía lo que había hecho. De lo único que estaba seguro en ese momento era de que estaba vivo, porque estaba exhausto y tenía los pies helados y la boca seca. Pero de cualquier modo ignoró todo esto; mayor que su fatiga eran sus ansias por conocer el aspecto de la criatura, el fruto de su inspiración. Así pues, se puso a leer lo que empezaba así:

El joven, una vez hubo acabado de cenar, se retiró a su cuarto. De pie, junto a la puerta, miró el escritorio con resignación y después la silla. Se acercó a ella con paso incierto, se sentó casi por inercia y se allegó a la mesa para intentar encontrar una postura adecuada de trabajo; dispuso hojas y un lápiz para poder corregir cuantas veces hiciera falta sus difusas ideas con un mínimo de pulcritud sin necesidad de marchitarlas de tinta y estuvo harto tiempo delante del papel inmaculado que lo retaba insolente, pero no se le ocurría nada que plasmar. Entonces, vacilante como el bebé que quiere dar sus primeros pasos sin saber  muy bien cómo, quiso empezar una palabra. No le gustaba mucho lo que ponía, pero aún así continuó, hasta que finalmente, no se sabe si por la tensión de la muñeca o por un deseo hecho realidad, se le rompió la punta del lápiz. Sabía que en algún escondrijo de aquella madriguera había un sacapuntas, pero no tenía ánimos para buscarlo y prefirió considerarlo extraviado. Pensaba que sería perder el tiempo, porque aunque consiguiera dar con él, nunca se le ocurriría una buena idea para la redacción, sólo desesperantes titubeos. Y de este modo derrotado, abandonó toda fútil voluntad de esfuerzo; no había nada que hacer. Recogió las cosas, se puso el pijama y se dejó sumergir en el mar de sábanas y mantas que lo acogió con cariño. El sueño depredador pronto dio caza con él. Pero aún y estar dormido, notaba el avance del tiempo en su cabeza resonando como un grifo que goteaba; tenía una inquietante impresión, como si se hubiera dejado algo por hacer antes de meterse en cama. No se podía quitar esta pesadez de la cabeza que lo ofuscaba y que a la vez le impedía descansar profundamente, hasta que de repente, sin más, se despertó.

22 de abril de 1997

Comentarios

  1. Antes de nada, gracias por la mención del principio, pero el gusto de poder leer por fin tus relatos, es todo mio! (y de los lectores que acabaran circulando por aquí) :P
    Entiendo porqué ganaste el concurso, pues es un gran relato, con una narración fantàstica.
    La Inspiración es algo que a todos los escritores nos ha susurrado alguna vez al oído. Quizás por eso nos gusta tanto escribir.
    ¡¡Sigue así!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por el comentario, Jordi. Aunque se me hace raro leerte en castellano, je, je, je. Espero poder entretener y hacer pensar a mucha gente y que ellos me lo devuelvan ayudándome a mejorar y motivándome para seguir escribiendo. ¡Que la inspiración nos encuentre trabajando!

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El último rugido

Draconis Memoriae (Memòries de Drac)