Los tañidos del recuerdo
En este breve relato se deja entrever mi gusto por las ciudades antiguas de Europa y en él quise exprimir la belleza de un pequeño instante con un poco de floritura, en oposición a lo que dijo recientemente Francesc Miralles en su polémico artículo sobre lo que requería un escritor para poder vivir de su oficio. El estilo pulcro y directo puede funcionar para un tipo de novelas, pero a mí también me gusta leer a algunos escritores por la belleza que consiguen extraer de las palabras (como Manuel Rivas), pudiendo convertir la descripción de un paseo por el parque en algo fascinante sin necesidad de una gran historia.
Escrito en 2010 cuando trabajaba en una multinacional, es un homenaje al poema de la guitarra del genial Federico García Lorca y se lo dedico a todos los españoles y españolas que han tenido que dejar su país para buscar una vida mejor o simplemente porque aquí no había vida posible. Que lo disfrutéis.
LOS TAÑIDOS DEL RECUERDO, por Carlos Sanmartín
Una enorme nube, como una montaña, se arremolinaba sobre la
punta del campanario.
Ella contemplaba desde el puente los dibujos de la espuma en
el agua del río. Sentía una ligera incomodidad en su interior, aunque no sabía
explicar bien qué era. Levantó la vista y miró hacia el horizonte, que parecía
una inmensa bayeta gris retorcida y cargada de agua: esa noche diluviaría.
De repente notó un escalofrío; se empezaba a levantar un
viento que aquella noche bailaría con la lluvia a la luz de la luna. Se cerró
más el foulard y se abrazó a sí misma dejándose sumergir nuevamente en el
ensimismamiento. Observó que poco a poco la ciudad estaba adquiriendo la
tonalidad del cielo.
Entonces empezó a oír el sonido de una guitarra española
como de muy lejos, las cuerdas de la guitarra enredadas con las corrientes del
viento, jugando a perseguirse, dejándose sitio las una a las otras como en un
coqueteo musical y el ritmo de la guitarra que aumentaba, el sentimiento se
hacía más profundo, la pena del instrumento se hacía más sentida, más rápida,
más intensa, ¡cómo sufrían esas cuerdas!
Fue una campanada lo que la despertó. Entonces vio que
delante de ella seguía teniendo las vistas del río cortando la ciudad y se dio
cuenta de que tenía las mejillas mojadas, aunque la lluvia aún no había
empezado a descargar. ¿Podía ser que hubiera escuchado una guitarra desde
alguna de aquellas ventanas? ¿O quizá el "duende" del flamenco era más que un sentimiento y como un espíritu la había seguido hasta aquellas tierras lejanas?
Una gota helada cayó en su nuca, como un toque de atención
con guasa, y sonrió para si mientras echaba a andar hacia su casa entre las
frías calles, aunque no lo notaba porque todavía se sentía inflamada por dentro
con el calor de su tierra mientras en su cabeza resonaban los delicados sonidos
de la guitarra mezclados con los imponentes tañidos de las campanas de aquella
majestuosa ciudad.
De nuevo, una buena narración!
ResponderEliminar¡Sigue así!
¡Gracias, Jordi! Así da gusto exponerse a que te critiquen;p
ResponderEliminar