Recuerdos en una taza

Este relato intimista y romántico, lo escribí para el día de Sant Jordi de 2010 para mi pareja Sara. Me inspiré en la idea del gran maestro Marcel Proust de usar el olor de una magdalena para desencadenar los recuerdos que componen la narración de la historia y así es un homenaje personal y a la vez literario a dos figuras a las que admiro. Que lo saboréeis bien. 


RECUERDOS EN UNA TAZA, por Carlos Sanmartín

Se detuvo a contemplar la cuchara antes de llevársela a la boca. Una gota colgaba de ella y un brillo dorado la coronaba mientras notaba tres notas aromáticas que el café desprendía lentamente.

El primer olor era de aquellos años de infancia cuando lo probó por primera vez; entonces todo eran sueños, inocencia y deseos de que el tiempo corriese del verano a las navidades y de ahí a la Semana Santa y otra vez al verano. El año avanzaba a saltos de unas vacaciones del colegio a otras e iban avanzando con el paso ágil y feliz de un niño hacia la edad adulta, cuando podría ser lo que quisiera.

El segundo aroma la transportó  a los años de adolescencia, cuando ya podía permitírselo cada vez que quería, unos años intensos y pletóricos, llenos de decepciones y aprendizajes por el camino duro, pero también de locuras y aventura.

El tercer aroma la llevó a sus primeros años como adulta, cuando empezó a tomarlo habitualmente. Los sueños de la infancia y las aventuras de la adolescencia dieron paso a la lucha por crecer y hacerse un sitio en el mundo, a reclamar "aquí estoy yo" una y otra vez cada vez que la tumbaban. La lucha se volvió todo lo que tenía y ya no pensaba en el pasado ni en el futuro. Los problemas del presente la ahogaban y el tiempo pasaba sin darse cuenta.

Con los años se tornó tan común como beber agua y el recuerdo de su sabor, como los demás recuerdos, quedó enterrado en algún territorio lejano y perdido que nadie quería visitar porque allí no había nada interesante.

Pero, un momento… Ahora le parecía percibir un cuarto aroma. Oh, sí. Era el olor que desprendía la cuchara mezclado con el after-shave de su marido el día que se besaron por primera vez en aquella terraza. No lo pudo resistir más y se la llevó a los labios regodeándose mientras lo hacía también en todos esos otros aromas a la vez.

No advirtió los brazos fuertes que se le acercaron por detrás y la rodearon rápidamente con la fuerza de un oso mientras le estampaban un beso en la mejilla. Era su marido. Se la quedó mirando con un gesto complacido y finalmente él estiró la mano para limpiarle delicadamente la punta de la nariz manchada con el último sorbo que le dio a la taza. Ella sonrió y él fusionó sus labios con los suyos. Entonces ella sintió que el cuarto aroma nunca la abandonaría y que con él nunca le faltarían fuerzas para recuperar la lucha del tercero, la aventura del segundo y los sueños del primero.


23 de abril de 2010

Comentarios

  1. Un regal d'allò més bonic per un dia de Sant Jordi, amb una narració molt intimista.
    Felicitats pel resultat! :P

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